Jueves 19/11/2020: Ciencias Naturales.
Hoy es jueves, te
invito a culturizarte con la siguiente leyenda:
El color de los pájaros.
Esta condición no
les gustaba nada. Sentían mucha envidia del color carmesí de las rosas en
primavera, del naranja intenso de los peces payaso, del sofisticado
pelaje blanco y negro de las cebras… Estaba claro que a la hora del reparto de
colores, a ellas les había tocado la peor parte.
Un día se pusieron
de acuerdo para acabar con esta situación. Hartas de considerarse los seres más
feos del planeta, decidieron pedir ayuda a la Madre Naturaleza.
El águila, valiente
y decidida como ninguna, fue la que se encargó de solicitar una audiencia. Dos
semanas más tarde, miles de pájaros descontentos con su aspecto fueron
convocados a la mayor reunión de animales alados jamás vista hasta entonces.
Los nervios flotaban en el ambiente porque todos tenían un ferviente
deseo y esperaban que les fuera concedido.
La Madre Naturaleza
acudió al bosque y les recibió a la hora convenida. Al principio fue complicado
que reinara el silencio porque había un tremendo alboroto, pero cuando por fin
dejaron de piar, graznar, gorjear y silbar, la Madre Naturaleza habló.
– ¡Por favor,
silencio! Me habéis llamado porque estáis disgustados con vuestro color. A mí
me parece que el tono madera que lucís es precioso, pero si no vosotros no
estáis conformes, vamos a intentar solucionarlo. Os llamaré uno por uno y
os ruego que respetéis el turno ¿De acuerdo?… ¡A ver, urraca, acércate a mí! Tú
serás la primera en hacer tu petición.
La urraca se acercó
lo más deprisa que pudo.
– Verá usted,
señora… Yo había pensado cambiar el marrón por un negro bien brillante,
salpicado con unas cuantas plumas blancas en el pecho ¿Qué le parece?
– ¡Sin duda has
tenido una idea muy acertada! ¡Vamos allá!
La Madre Naturaleza
cogió el pincel más fino que tenía, una paleta con infinitos colores, y pintó
el plumaje de la urraca hasta que quedó perfecto.
¡El animal no
cabía en sí de gozo! Extendió las alas y, entre aplausos, se paseó estirando el
cuello para que pudieran admirarle bien.
Segundos después,
un periquito chiquitín y muy espabilado dio unos saltitos y se posó en los pies
de la Madre Naturaleza.
– ¡Me toca a mí!
¡Me toca mí!
La Madre Naturaleza
se rio con ternura.
– ¡Ja, ja, ja!
Tranquilo, pequeño. Te escucho.
El periquito estaba
muy excitado y empezó a hablar atropelladamente.
– ¡Yo quisiera ser
azul como el cielo! ¡¡Y tener la cabecita y el cuello blancos como las nubes!
– ¡Fantástico! ¡Muy
buena elección!
La Madre Naturaleza
escogió un tono tirando a añil, y como el periquito era poquita cosa, terminó
en un santiamén. El pajarillo se encontró guapísimo y se pavoneó de aquí para
allá ante un público rendido a sus pies.
Después del periquito,
le tocó al pavo real.
– ¡A mí me resulta
muy difícil escoger porque me encantan todos los colores! ¿Qué tal un poco de
cada uno?
– ¡No es fácil lo
que pides, pero me parece estupendo! Quédate bien quieto que este va a
ser un trabajo laborioso y necesito concentración.
El pavo real
contuvo la respiración y no pestañeó hasta que la Madre Naturaleza le dijo que
había terminado. El resultado fue soberbio, sin duda uno de sus mayores logros
en tantos años creando y diseñando animales por todo el planeta. Los presentes
se quedaron boquiabiertos y reconocieron que el pavo real se había convertido
en el paradigma de la elegancia y el buen gusto.
El canario se dio
prisa por ser el siguiente. Pidió un único color, pero le rogó que fuera
especial y sobre todo, bien visible desde la distancia. La Madre
Naturaleza meditó un momento y después le aconsejó basándose en su dilatada
experiencia.
– Yo creo que el
ideal para ti es un amarillo intenso ¡Creo que te sentaría bien y te
haría parecer más alegre de lo que ya eres!
– ¡Uy, qué ilusión,
así todos se acercarán a mí! ¡Con lo que me gusta tener espectadores
mientras canto!
La Madre Naturaleza
le hizo un guiño y le cubrió con un deslumbrante tono que recordaba los limones
maduros. Todos estuvieron de acuerdo en que era un color bellísimo que realzaba
el atractivo del canario.
Y así, una tras
otra, fueron desfilando ante ella todas las aves del bosque. Cuando
terminó, suspiró satisfecha por el buen trabajo realizado.
– Menos mal que ya
no queda nadie porque se han agotado los colores de la paleta. He de decir que
teníais razón ¡Con todos esos colores estáis mucho más bellos!
Los miles de
pájaros aplaudieron y vitorearon a la Madre Naturaleza. Estaban tan agradecidos
y tan felices… Ella, con una sonrisa de oreja a oreja, se despidió.
– Espero que a
partir de hoy os sintáis mejor con vosotros mismos. Y ahora, si me disculpáis,
debo irme. Estoy agotada y creo que me merezco un buen descanso.
Empezó a recoger
los utensilios de pintura y cuando ya tenía casi todo guardado, vio un joven y
regordete gorrión que se le acercaba con cara de desesperación. El pobre
gritaba y hacía aspavientos para llamar su atención.
– Por favor, por
favor, no se vaya ¡Espere, señora! ¡Falto yo!
La Madre Naturaleza
le miró con tristeza.
– ¡Oh, cuánto lo
siento, chiquitín!… Ya no hay nada que pueda hacer… ¡No me queda ningún color!
El gorrión se tiró
al suelo y comenzó a llorar desconsolado ¡Había llegado demasiado tarde!
A la Madre
Naturaleza se le encogió el corazón. Era duro pensar que había ayudado a todos
los pájaros del mundo menos a uno y se sentía fatal ¿Qué podía hacer para
solucionarlo?
De pronto, se le
iluminaron los ojos. En la paleta de colores, quedaba una gotita amarilla de
pintura que le había sobrado de pintar al canario. Se agachó, acarició la
cabecita del gorrión y le dijo con su dulce voz:
– Levántate, amigo.
Sólo me queda una gota amarilla, pero es para ti ¿Dónde quieres que te la
ponga?
El gorrión se
incorporó, se frotó los ojillos para enjugar sus lágrimas, y una enorme emoción
recorrió su cuerpo.
– ¡Aquí, señora, en
el pico!
La Madre Naturaleza
acercó un pincel redondo a su carita y dejó caer con suavidad la pizca de
pintura en el piquito, tal como era su deseo. El gorrión, batiendo las alas a
toda velocidad, se acercó a una charca para mirarse y se volvió loco de
contento al ver lo bien que le quedaba. Todo el bosque estalló en aplausos de
alegría. La Madre Naturaleza, por fin se despidió.
– Me voy, pero si
algún día volvéis a necesitar mi ayuda, contad conmigo ¡Hasta siempre, queridos
míos!
Desde ese lejano
día, los bosques no volvieron a ser los mismos, pues se llenaron de aves de
colores y de muchos gorriones que lucen una motita amarilla en su carita
¡Fíjate bien la próxima vez que veas uno!
Escribe en tu
cuaderno:
Lectura
comprensiva.
Título:
.- ¿Cuál fue la
petición que le hicieron las aves a la madre naturaleza?
.- Menciona los
valores presentes en la madre naturaleza, cada vez que pintaba a las aves.
.- Según tu
criterio: ¿debemos ser conformes con quiénes somos?
.- ¿Qué debemos
hacer para que nuestra personalidad sea agradable a todos, empezando por ti
mismo?
Es hora de
desarrollar actividades del día de hoy, no sin antes de observar el tema.

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