Martes 17/11/2020: Ciencias Sociales.
Iniciamos este martes con alegría, por eso te invito a prestar atención
a la lectura de hoy, para realizar la
comprensión más adelante.
La leyenda del crisantemo
Hace muchos años,
en un pueblecito del lejano Japón, vivía un humilde matrimonio con su pequeño
hijo. Los tres formaban una familia feliz hasta que un día el niño cayó
enfermo. Todas las mañanas se levantaba ardiendo de fiebre y con la
carita pálida como la luna en invierno, pero nadie sabía qué le pasaba ni cuál
era el origen de sus males.
Los padres probaron
todo tipo de pócimas y mejunjes, pero ninguno de los tratamientos surtió
efecto y el chiquillo no hacía más que empeorar. Desesperados, pensaron
que solo les quedaba una oportunidad: visitar al anciano de barbas blancas que
vivía en el bosque.
Según se contaba
por toda la región no había hombre más sabio que él. Conocía todas las hierbas
medicinales y los remedios para cada enfermedad por rara que fuera ¡Quizá
pudiera curar a su hijo!
– ¡Querido, tenemos
que intentarlo! Quédate con el niño mientras yo voy a pedir ayuda al anciano
del bosque ¡Solo él puede salvar a nuestro chiquitín!
Derramando lágrimas
como gotas de lluvia, la madre se puso una capa de lana y se adentró entre la
maleza. Caminó durante una hora hasta que por fin divisó una cabaña de madera
rodeada por un cercado. Se acercó a la entrada, llamó a la puerta con el puño y
un hombre muy arrugado con barba blanca hasta la cintura salió a recibirla.
– ¿Qué buscas por
aquí, mujer?
– ¡Perdone que le
moleste pero necesito su ayuda!
– No te preocupes;
percibo angustia en tus ojos y en tu voz… ¡Pasa y cuéntemelo todo!
La mujer entró y se
acomodó en un sencillo banco construido con un tronco. Con el corazón encogido
y los ojos hinchados de tanto llorar, explicó al anciano el motivo de su
visita.
– Señor, mi hijo de
dos años está muy grave. Hace días que enfermó y no conseguimos bajarle la
temperatura ¡Tiene muchísima fiebre y el rostro blanco como el mármol! No come
nada y cada día está más débil. Si no encontramos una cura para él me temo que…
– Lo siento,
lo siento muchísimo…. Voy a ser muy sincero contigo: no conozco el
remedio para la enfermedad de tu hijo, pero puedo decirte cuántos días va a
vivir.
– ¿Cómo dice? ¡¿Y
sin son pocos?! …¡No sé si quiero saberlo!
– No pierdas la
esperanza… ¡Nunca se sabe!
El anciano la miró
con ternura y continuó hablando:
– Escúchame con
atención: ve al bosque y busca una planta que da unas flores amarillas llamadas
crisantemos. Elige una de esas flores, córtala y cuenta los pétalos; el
resultado que obtengas será el número de días que va a vivir tu pequeño, o lo
que es lo mismo, sabrás si se va a curar o no.
La madre, rota de
dolor, echó a correr en busca de la planta que el anciano le había indicado. No
tardó mucho en encontrar un arbusto cubierto de preciosas flores amarillas. Se
acercó, arrancó una flor y contó sus pétalos.
– ¡Oh, no, no puede
ser! Sólo tiene cuatro pétalos… ¡Eso significa que solo va a vivir cuatro días
más!
Se derrumbó sobre
el suelo y gritó con amargura durante un largo rato para desahogarse,
pero no se resignó a ese cruel destino. Decidida a alargar la vida de su
hijo por muchos años trató de calmarse, se sentó en una piedra y, con mucha
delicadeza, comenzó a rasgar los pétalos del crisantemo en finísimas tiras
hasta que cada uno quedó dividido en miles de partes.
Cuando terminó,
regresó a la cabaña del anciano y le mostró la flor. El hombre, con mucha
paciencia, se puso a contar los pétalos, pero eran infinitos y le resultó
imposible.
Se atusó su larga
barba blanca, suspiró y miró a la mujer con una sonrisa.
– Tengo buenas
noticias para ti. Esta flor tiene miles y miles de pétalos, y eso significa que
tu hijito vivirá muchísimos años. Seguro que se casará y tendrá y muchos hijos
y muchos nietos, ya lo verás. Ahora, regresa junto a él y confía en su
recuperación.
– ¡Mil gracias,
señor! Jamás olvidaré lo que ha hecho por mí y por mi familia.
La mujer,
desbordante de felicidad, volvió a casa y entró en el cuarto de su hijo. El
chiquitín ya no estaba inmóvil en la cama, sino sentado sobre unos
almohadones, sonriente y comiendo un plato de sopa ¡Se estaba
recuperando!
Pocos días después,
el color sonrosado de sus mejillas indicó que había sanado por completo.
Cuenta la leyenda
que desde entonces los crisantemos ya no tienen cuatro pétalos sino muchísimos,
tantos que nadie es capaz de contarlos todos ¡Puedes comprobarlo cuando veas
uno!
Escribe en tu
cuaderno:
Lectura
Comprensiva.
Título:
.- ¿A quién
recurrió la madre en busca de ayuda?
.- ¿Cuál era el
mito del Crisantemo?
.- Las madres, son
mujeres entregadas a sus hijos, por eso debemos honrarlas ¿tú lo has hecho
alguna vez?
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