Miércoles 4 de noviembre: Matemáticas.
Llegó uno de los días del área favorito de la
Profesora Yelhis: Miércoles de Matemática…
Bienvenidos, hoy es 4 de noviembre.
Lee con atención la siguiente historia, tómate tu tiempo, e intercala la lectura con un adulto: lee un párrafo y el adulto lee otro y así sucesivamente...
La gallinita roja.
Adaptación del cuento popular de Byron Barton
Había una vez una granja donde todos los
animales vivían felices. Los dueños
cuidaban de ellos con mimo y no les faltaba de nada. En cuanto el gallo
anunciaba la salida del sol, todos se ponían en marcha y realizaban sus
funciones con agrado. Siempre tenían a su disposición alimentos para comer y un
lecho caliente sobre el que descansar.
El terreno que rodeaba la casa principal era
muy amplio y con suficiente espacio para que los caballos pudieran trotar, los
cerdos revolcarse en el barro y, las vacas, pastar a gusto mientras hacían
sonar sus cencerros de latón. Entre las patas de los grandes animales siempre
correteaba algún pollito que se esmeraba en aprender a volar bajo la mirada
atenta de las gallinas.
Una de esas gallinitas era roja y se llamaba
Marcelina. Un día que estaba muy atareada escarbando entre unas piedras,
encontró un grano de trigo. Lo cogió con el pico y se quedó pensando en qué
hacer con él. Como era una gallina muy lista y hacendosa, tuvo una idea
fabulosa.
–
¡Ya lo tengo! Sembraré este grano e invitaré a todos mis amigos a comer pan.
Contentísima, fue en busca de aquellos a los
que más quería.
– ¡Eh,
amigos! ¡Mirad lo que acabo de encontrar! Es un hermoso grano de trigo dorado
¿Me ayudáis a plantarlo?
– Yo no –
dijo el pato.
– Yo no –
dijo el gato.
– Yo no –
dijo el perro.
– Está
bien – suspiró la gallinita roja – Yo lo haré.
Marcelina se alejó un poco apesadumbrada y
buscó el lugar idóneo para plantarlo. Durante días y días regó el terreno y
vigiló que ningún pájaro merodeara por allí. El trabajo bien hecho dio un gran
resultado. Feliz, comprobó cómo nacieron unas plantitas que se convirtieron en
espigas repletas de semillas.
¡La
gallina estaba tan contenta!… Buscó a sus amigos e hizo una reunión de
urgencia.
–
Queridos amigos… Mi semilla es ahora una preciosa planta. Debo segarla para
recoger el fruto ¿Me ayudáis?
– Yo no –
dijo el pato.
– Yo no –
dijo el gato.
– Yo no –
dijo el perro.
– En fin…
Si no queréis echarme una mano, tendré que hacerlo yo solita.
La pobre Marcelina se armó de paciencia y se
puso manos a la obra. La tarea de segar era muy dura para una gallina tan
pequeña como ella, pero con tesón consiguió su objetivo y cortó una a una todas
las espigas.
Agotada y sudorosa recorrió la granja para
reunir de nuevo a sus amigos.
– Chicos…
Ya he segado y ahora tengo que separar el grano de la paja. Es un trabajo
complicado y me gustaría contar con vosotros para terminarlo cuanto antes
¿Quién de vosotros me ayudará?
– Yo no –
dijo el pato.
– Yo no –
dijo el gato.
– Yo no –
dijo el perro.
– ¡Vale,
vale! Yo me encargo de todo.
¡La gallina no se lo podía creer! ¡Nadie
quería echarle una mano! Se sentó y con su piquito, separó con mucho esmero los
granos de trigo de la planta. Cuando terminó era tan tarde que sólo pudo dormir
unos minutos antes del canto del gallo.
Durante el desayuno los ojillos se le
cerraban y casi no tenía fuerzas para hablar. Era tanto su agotamiento que
apenas sentía hambre. Además, estaba enfadada por la actitud de sus
amigos, pero aun así decidió intentarlo una vez más.
– Ya he
sembrado, segado y trillado. Ahora necesito que me ayudéis a llevar los granos
de trigo al molino para hacer harina ¿Quién se viene conmigo?
– Yo no –
dijo el pato.
– Yo no –
dijo el gato.
– Yo no –
dijo el perro.
– ¡Muy
bien! Yo llevaré los sacos de trigo al molino y me encargaré de todo.
¡La gallina estaba harta! Nunca les pedía
favores y, para un día que necesitaba su colaboración, escurrían el bulto. Se
sentía traicionada. Suspiró hondo y dedicó el día entero a transportar y moler
el trigo, con el que elaboró una finísima harina blanca.
Al día
siguiente se levantó más animada. El trabajo duro ya había pasado y ahora
tocaba la parte más divertida y apetecible. Con harina, agua y sal hizo una
masa y elaboró deliciosas barras de pan. El maravilloso olor a hogazas
calientes se extendió por toda la granja. Cómo no, los primeros en seguir el
rastro fueron sus supuestos tres mejores amigos, que corrieron en su
busca con la esperanza de zamparse un buen trozo.
En cuanto
les vio aparecer, la gallinita roja les miró fijamente y con voz suave les
preguntó:
– ¿Quién
quiere probar este apetitoso pan?
– ¡Yo sí!
– dijo el pato.
– ¡Yo sí!
– dijo el gato.
– ¡Yo sí!
– dijo el perro.
La gallina miró a sus amigos y les gritó.
– ¡Pues
os quedáis con las ganas! No pienso compartir ni un pedazo con vosotros. Los
buenos amigos están para lo bueno y para lo malo. Si no supisteis estar a mi
lado cuando os necesité, ahora tenéis que asumir las consecuencias. Ya podéis
largaros porque este pan será sólo para mí.
El pato,
el gato y el perro se alejaron cabizbajos mientras la gallina daba buena cuenta
del riquísimo pan recién horneado.
Y colorín
colorado, este cuento se ha acabado.
Escribe en tu cuaderno:
Lectura
Comprensiva.
Título:
.-
¿Dónde encontró Marcelina el grano de trigo?
.-
¿Por qué crees que los amigos de Marcela no quisieron ayudarla a nada?
.-
¿Crees que su actitud es la más indicada ante la ayuda de un amigo?
.-
¿Qué valores estuvieron presentes en Marcelina mientras esperaba los frutos de
su semilla plantada?
.- ¿Qué
aprendiste de la lectura?
Guía
de ejercicios: Números Naturales. Lectura y Escritura de Números. Valor de
Posición en los Números. Orden en los Números. Descomposición de los Números.
Ejercicio de Atención.
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