Miércoles 11 de noviembre de 2020: Matemática.
Te invito a leer con ayuda de un adulto, intercalando párrafos al leer:
Realiza la lectura comprensiva:
Los tres ciegos y el elefante
Había una vez tres ancianos que se conocían
desde la infancia y disfrutaban pasando buenos ratos juntos. Tenían en común
que eran hombres cultos e inteligentes, pero también que los tres eran ciegos
de nacimiento. Afortunadamente, a pesar de no poder ver, en su día a día
se desenvolvían muy bien, pues todavía estaban en buena forma física, sus
mentes funcionaban a pleno rendimiento, podían oler, tocar, escuchar, saborear…
Un precioso día de verano se reunieron en su
lugar favorito junto al río, se sentaron sobre la hierba, y empezaron a
conversar sobre temas científicos. En medio del interesantísimo coloquio se
sobresaltaron al escuchar el sonido de varias pisadas.
El anciano que tenía la barba blanca se
giró, y algo inquieto preguntó en voz alta:
–
¡¿Quién anda ahí?!
Por suerte no era ni un espía ni un
asaltante de caminos, sino un viajero que llevaba a su lado un enorme elefante
con una correa al cuello, como si de un perrillo se tratara.
– Me
llamo Kiran, caballeros. Perdonen si les he asustado. Mi elefante y yo venimos
a beber agua fresca y ya nos vamos, que para nada queremos interrumpir su
agradable charla.
Los tres pusieron una cara bastante rara,
mezcla de sorpresa y emoción. El segundo anciano, que tenía barba negra, quiso
asegurarse de lo que Kiran había dicho.
– ¿He
oído bien?… Ha dicho usted… ¿elefante?… ¿Un elefante de verdad?
El desconocido reparó en los bastones
tirados en la hierba y se fijó en la mirada perdida de los tres viejecitos. Fue
cuando se dio cuenta de que eran invidentes.
– Sí
señor, voy con mi elefante. Es un animal muy grande, pero no se preocupen, no
les hará ningún daño.
El tercer anciano se atusó la barba
pelirroja y le confesó:
– Hemos
oído hablar de la existencia de esos animales, pero a este pueblo nunca ha
venido ninguno y no sabemos cómo son. ¿Podríamos tocar el suyo para hacernos
una idea del aspecto que tienen?
Kiran se mostró encantado.
– ¡Claro,
faltaría más! Es un ser muy pacífico y bonachón. ¡Vengan a acariciarlo, no
tengan miedo!
Los tres amigos se levantaron, dieron unos
pasos y extendieron la mano derecha. El anciano de barba blanca se topó
con una de las patas delanteras y durante un rato la palpó de arriba abajo.
– ¡Ahora
ya sé cómo es un elefante! Es como la columna de un templo, o mejor dicho, es
como un el tronco de un árbol: cilíndrico, grande y muy rugoso.
Mientras, la mano del anciano de barba negra
había ido a parar a una de las gigantescas orejas. El animal sintió unas
cosquillitas y la sacudió ligeramente hacia delante y hacia atrás.
– ¡Qué
dices, querido amigo, un elefante nada tiene que ver con una columna! Mi
conclusión es que parece un enorme abanico por dos razones muy obvias: primero,
por su forma plana, y segundo, porque al moverse produce un airecillo de lo
más agradable. ¿Es que vosotros no lo notáis?
En ese momento, el anciano de barba
pelirroja rozó con la punta de los dedos algo blando que colgaba de algún lugar
mucho más alto que él. Era la trompa del cuadrúpedo, pero claro, él no lo
sabía.
– ¡Pero
qué me estáis contando! Por lo que puedo comprobar un elefante es como una
cuerda. Claramente, se trata de un espécimen alargado, flexible y blandito,
como una anguila o una serpiente. Sin duda una forma extraña para un mamífero,
pero en fin… ¡Por todos es sabido que la naturaleza es sorprendente!
El dueño del elefante observaba la escena en
silencio y no pudo evitar pensar:
– ¡Qué
situación tan curiosa!… Los tres ancianos han acariciado al mismo elefante,
pero al hacerlo en partes diferentes de su cuerpo, cada uno de ellos se ha
hecho una idea totalmente distinta de cómo es en realidad. Para el anciano de
barba blanca, un elefante es como una columna, para el anciano de barba
negra, tiene forma de abanico, y para el anciano de barba pelirroja, es
igual a una serpiente. Ciertamente, todos tienen parte de razón, pero ninguno
la verdad completa.’
Tras esta reflexión decidió que antes
de que le preguntaran a él, lo mejor era irse cuanto antes.
–
Señores, me están esperando en el pueblo y temo que se me haga tarde. Espero
que les haya resultado interesante la experiencia de tocar un elefante. Que
pasen ustedes un buen día. ¡Adiós!
Acompañado de su voluminosa ‘mascota’ Kiran
se alejó dejando a los tres amigos inmersos en una ardiente discusión sobre quién
tenía la razón. Una conversación que, por cierto, duró horas y no sirvió de
nada: los ancianos fueron incapaces de ponerse de acuerdo sobre la verdadera
forma que tienen los elefantes.
Escribe en tu cuaderno:
Lectura Comprensiva.
Título:
.-Siempre opinamos en función de nuestra experiencia personal , da tu opinión: ¿eso nos hace seres auténticos?
.- ¿Por qué no podemos menospreciar las creencias de otros?
.- ¿Qué actitud tomarías si algún extranjero critica negativamente las creencias de tu pueblo?
Lee con atención el tema de hoy y realiza las actividades propuestas:
es buena la tarea
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